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jueves, 26 de diciembre de 2013

Décimas Sueltas (VIII)

VIII

Tan húmeda está mi cara
Que hasta helechos le han nacido,
En mi mismo ando perdido
Y es oscuro y nunca aclara.
Pero el verso se dispara
Y hace luz en mi cabeza,
Me rearmo pieza a pieza
Y arranco del entramado
Tu foto, un cartón mojado;
Mi síndrome de tristeza.

miércoles, 2 de octubre de 2013

Sam


Carne de yugo, ha nacido más humillado que bello…”
Miguel Hernández

Ese era su nombre, legado yanki, a lo American way de la Fruit Banana Company, tal vez dejado en pago a cambio del sudor que sus padres y abuelos vertieron en las arcas de la compañía.
Vestía siempre un pantaloncito corto, de los de uniforme de escuela primaria, que gritaba por cuñas y remiendos y por dejar tres cuartos de sus muslos a la vista que su período de uso recomendable había caducado hacía mucho. Una camiseta percudida de color indefinido cubría sus hombros haciendo gala de no haber visto el jabón o la ceniza en bastante tiempo. Completaba su atuendo un raído sombrero que le faltaba más de la mitad del ala.
Tenía los ojos almendrados, pero sin la oblicuidad característica de los asiáticos, aunque su cabeza estaba coronada por una mata de pelo que delataba un posible ascendente chino. Una cabeza algo grande en proporción al resto del cuerpo, delgado pero macizo, de manos pequeñas y callosas, que me hicieron largar un diente que no amenazaba mudar todavía. Ágil como un mono, trepaba cocoteros con extrema facilidad y gracias a sus consejos aprendí a hacerlo, aunque nunca llegué tan alto, ni lo hice tan rápido.
A veces me preguntaba de donde sacaba fuerzas para hundir el arado y hendir la tierra dura, dejando heridas de puntos donde yo solo alcanzaba a hacer arañazos superficiales. Me era incomprensible que entre mi primo y yo llevásemos sudando y penando un saco hinchado de granos y él fuese capaz de transportarlo por si solo sobre su hombro. Creo que no silbaba mientras faenaba para no alardear.
Nunca le pregunté la edad, pero supongo que era un año o dos mayor que yo, sin embargo era algo así como el capataz de los jornaleros que mi abuelo contrataba en determinadas ocasiones. Su rostro de piel curtida y seca, con finas arrugas, como dibujadas de un trazo y algunas pecas dispersas anunciaban el hombre de campo que trabaja al sol.
Sam solo estudió hasta cuarto grado y aunque traté de enseñarle algunas cosas elementales de matemáticas, prefirió mis largas peroratas de historia. Sobre todo cuando le relaté el suceso del avión espía U2 que fue derribado a menos de cien metros de su casa. Al otro día con una lata de keroseno en la mano y un trapo en la otra me hizo ayudarle a limpiar la tarja de bronce que rememoraba el hecho y que apenas era visible en medio de la manigua.
A Sam debo el sofisticado arte de pelar caña con los dientes y pelarme la lengua y encías lo menos posible en el proceso. A diferenciar varias aves por el canto y el plumaje y a criar pichones dándoles agua y comida de la boca. Le debo haberme instruido en el uso de la guadaña, el machete y la cuerda; saber conducir una carreta, montar a caballo, guiar un rebaño de carneros y restallar un látigo de casi tres metros. Sólo lamento no haber sido mejor alumno y no haberle dado más a cambio como profesor y amigo.
Pero hay cosas que un niño no comprende. Y que aunque puede vislumbrar, no alcanza a ver en profundidad ni a entender cabalmente. Si me pareció raro que nunca se pusiese las botas que le regalé, y siguiera usando las suyas que dejaban asomar algunos dedos, por rotas y por pequeñas. Normalmente seleccionaba y se llevaba parte del bofe que recogíamos en el matadero para alimentar a los perros de mi abuelo, pero nunca supe que tuviese perro. Tal vez supuse que era para venderlo a algún vecino del batey.
Sam, el muchacho de pocas palabras, que nunca decía una frase con más de cinco, pero que sabía responder mis preguntas, aún antes que las formulara. Que nunca hizo hincapié en el hecho obvio que como campesino yo no podía ganar ni “pa’l prú y las cuerúa’s”.
Sam, el médico de monte que me enseño que la sávila y el copal son un remedio eficiente para atenuar el ardor que puede dejar un golpe de látigo manejado por manos inexpertas que se entrenan o por una soga con nudo en la punta, pronta y eficaz respuesta del abuelo a alguna diablura.
Sam, el maestro silencioso que me dio la primera lección de humildad que recuerde. Mi abuelo nos encargó ir al pueblo a comprar algunos implementos y yo me puse mi atuendo citadino. Cuando fui a recogerle éste vestía una camisa azul, raída, casi transparente, pero limpia. Y me hizo notar en sus pies las botas que le había regalado, lustradas afanosamente con tizne de candil. Tenía puesto un jean, azul, color trabajo, del que le vendían a los macheteros por “Bonos de Estímulo” en la tienda del Central Nicaragua. Me examinó de arriba abajo, haciendo pausa en las piezas de mi vestuario y aunque no dijo nada, algo en su mirada sonó a tristeza y amargo reproche. Entonces fue como si una luz se encendiese de pronto, grité algo como “Espera… que me cago en los pantalones…”, regresé al rancho, casi tres minutos de carrera desde el batey, le pedí a mi abuela que me diera la ropa del diario. Regresé donde Sam y aunque éste no hizo comentario alguno, salté a la grupa del caballo y le dije forzando risa que me había “embarra’o to’ por el camino”, que ni tiempo tuve de “llegar al excusa’o”. Al regreso del pueblo pasamos por el bohío donde habitaba con su tío-padre-primo y su mamá, realmente del primero no entendí bien el parentesco, luego supe que casi todos en el batey eran familia y se casaban entre ellos. Habíamos pasado por el matadero a recoger bofe, y pude observar y deducir, parte y parte, el destino de lo que yo pensaba hasta ese momento como en algo que solo comían los perros. Tragando vianda hervida sazonada con sal y masticando lo que ya sabía que no solo comían los canes, procuraba ahogar o tal vez disimular con tos y ahogamiento las lágrimas que se me escapaban. Sam comía en silencio, con la misma flema conque compartíamos la masa dura o la manzana del coco seco, los platanitos semiverdes del platanal adyacente a la “corraleta” o el dulce guarapo de la caña.
Sam, que sin saber leer casi, me iluminó con la interpretación correcta de muchos pasajes de Corazón y sin nunca demostrar tristeza o aflicción me hizo llorar como un crío leyendo “El Niño Yuntero”, cosas que antes de conocerle no hubieran sido posibles por serme los textos remotos y ajenos.
Tantos monumentos de héroes, mártires y hechos, y no recuerdo ninguno humilde dedicado al pueblo realmente humilde, sin aires simbólicos de epopeya. Debería sustituirse la tarja del U2, que nadie cuida ni vela, a menos que vaya un periodista o algún animal político, por un monumento sencillo, un niño, reproduciendo a Sam, una mano en el sombrero, un machete en la otra y una placa a los pies que rece:
"Al niño Campesino Desconocido"

miércoles, 3 de julio de 2013

Optimismo

Juventud, divino tesoro,
¡Ya te vas para no volver!
Si quiero llorar, no lloro...
Y a veces lloro sin querer...
Rubén Darío

Si predecir el futuro
Te da dolor de cabeza
Ten entonces la certeza
Del presente que es seguro.
El mañana es siempre oscuro
Pero brilla como el oro,
Dale, embiste, como un toro
Nada temas, ve delante
Si se es joven, se es gigante:
Juventud, divino tesoro.

A morir nos condenamos
Al instante en que nacemos;
Somos ciegos y no vemos
Que el tiempo se escurre a tramos
Y de a poco en poco vamos
Comenzando a envejecer.
Ve los minutos correr
Y al último que pasó,
Grítale, que se alejó:
¡Ya te vas para no volver!

Se añora la gloria pasada
Y la nostalgia tanto rueda
Que hay gente que se queda
Al pretérito amarrada.
Si la desgracia hace parada
Los males vienen a coro,
Yo repito como un loro:
−Para todo en esta vida
Hay un fin, una salida−
Si quiero llorar, no lloro...

Pues llorar no tiene caso
Si no se hace nada más,
Lucha siempre, ya verás
Que está medio lleno el vaso.
De la vida el gris ocaso
Me ha de sorprender
De pie, y he de tener
Bien amarradas las botas,
Más hoy suenan tristes notas
Y a veces lloro sin querer...

Kikirikiiiii...


Es de vidrio la mujer;
Pero no se ha de probar
Si se puede o no quebrar,
Porque todo puede ser.
Miguel de Cervantes

Tengo una mano bruta
Y una lengua que la emula,
Soy terco como una mula
Y no pierdo una disputa.
De hogar prefiero una gruta
Y carne cruda comer.
Soy macho como ha de ser:
Con la hembra delicado;
En ella pongo cuidado,
Es de vidrio la mujer.

Con estas manos que a piña
Me dieron en el colegio
La fama de tipo regio
Que jamás huyó una riña;
Defendí más de una niña
Y vi mi rostro sangrar.
Pero le pude pegar
A unos cuantos donde pica
Se puede herir a una chica
Pero no se ha de probar.

Del hombre que las maltrata,
Teniendo o no un motivo,
Pienso que se encuentra vivo
Por vivir como una rata.
A otros hombres acata
Y no se atreve a replicar;
Yo le puedo demostrar
Dejándole bien maltrecho
Si es “macho de pelo en pecho”,
Si se puede o no quebrar.

Y aunque la intención primera
De Cervantes he cambiado,
Espero haber explicado
Lo que tengo en la sesera.
De gallo haciendo carrera
Desplumé otro gallo ayer.
Y espero al amanecer
Lograr que mi mente entienda
El que ella le defienda...
Porque todo puede ser.

 

jueves, 27 de junio de 2013

Deseo

Sin sospechar sus gusanos
Llega tu carne a sus plenos,
Y se me encrespan las manos
Y se te encrespan los senos.
Miguel Hernández  "in memorian"

Bendito sea el instante
Preciso en que conocí
La musa que inspira aquí
Deseo en rima constante.
De su mirada radiante,
De sus montes y sus llanos,
De tristezas veteranos
Versos del alma mía,
Reviven a la alegría
Sin sospechar sus gusanos.

Eres tú la nueva musa
En carácter y figura,
La que vuelve mi cordura
Una lógica difusa.
Y aunque mi instinto acusa
Que haga más y piense menos;
Se ve que aunque pongas frenos
Corazón de sangre ardiente:
Con un roce que te tiente
Llega tu carne a sus plenos.

Quiero la dulce miel
Que tu aliento hace brotar
De los labios que al besar
Este esclavo, siempre fiel,
Dorará a besos tu piel
Por un sinfín de veranos.
¿Serán mis anhelos vanos?
La duda me quita el sueño,
Pues pienso que tienes dueño
Y se me encrespan las manos.

No consigo desatar
Mi vista de tu figura
Y de fiebre la locura
Mi lujuria hace temblar
El deseo de calar
Y hacer tus vacíos llenos.
En mi mente estallan truenos,
Me congelo en el intento,
Te acaricio con mi aliento
Y se te encrespan los senos.

 

martes, 25 de junio de 2013

Décimas Sueltas (VII)


VII

Sueños eché en la cartera
Y versos por provisiones
Y regalando canciones
Agarré la carretera.
Puse la pena en salmuera
Pues la quise conservar
Para poderle cantar
A los extraños sus penas
Sin penar por las ajenas
Con las propias por llorar.

En la bolsa a la cintura
Me guardé mis alegrías
Para hacer brillar los días
Nublados por la locura.
Y para la noche oscura
Empaqué recuerdos, de esos
Que se tatúan los presos
Si el olvido anda al acecho;
Y me puse junto al pecho
El último de tus besos.

lunes, 24 de junio de 2013

Noche compartida


Quiso la noche anterior
A la noche en que escribo esto
Que en mi pecho hubiese puesto
Un cantero para la flor
Nocturna, que con su olor
Embriagó la madrugada
Dejándome una velada
Imposible de olvidar
Esperando frente al mar
Que el Sol hiciese su entrada.
La Luna un tanto cansada
De cargarnos en sus brazos
Se durmió entre los retazos
De las luces matutinas.
Desconozco lo que opinas
Del haberme conocido,
Si no hubo tiempo perdido
Y si acaso te fue grato
Acompáñame otro rato
A no quedarme dormido.




martes, 18 de junio de 2013

Décimas sueltas (IV - VI)

IV

Me siento ahogado en la tinta
De esta pluma cuando escribo,
Palos doy, palos recibo
Y mi vida en negro pinta.
Esta es la décimo quinta
Ocasión que del tintero
Diez versos salen y espero
Que mi destino de un giro
Para no pegarme un tiro
Entre tanto desespero.

V

Hay quien estudia el lenguaje
De Bocaccio y de Dante,
Preparando por delante
Las maletas para el viaje.
En mi armario guardo el traje
Armani que me compré
La noche cuando soñé
Que en Roma, hablando italiano
Se encontraba este cubano
En la mesa de un Café.

VI

Da saltos mi corazón
Si me miras de pasada,
En el mar de tu mirada
Se me ahoga la razón.
Siento así la desazón
De ignorar que debo hacer,
Di como he de proceder
Para que tu alma a mi se abra;
Como convierto en palabra
La belleza hecha mujer.

viernes, 14 de junio de 2013

Soleares de la marinera

Al viento se hincha la vela
De este raudo bergantín
Sin rumbo fijo o carena.

Desde el castillo de proa
Ella otea el horizonte
Atisbando entre ola y ola.

Hace mucho que navega
El mar de la incertidumbre
Buscando apagar su pena.

Muchos puertos ha tocado
Y preguntado en mil tabernas
Con tiempos buenos y malos.

Ahora sabe, mientras llora
Que nació para surcar
Los mares estando sola.

jueves, 13 de junio de 2013

Timidez

El silencio me condena
A perderte por cobarde
Y aunque el verso hace alarde
De quitarse la cadena
Del miedo que me frena
Doy la causa por perdida
De este amor que se suicida
Incluso antes de nacer
Que nunca podrá saber
Si ganaba la partida.

Y ahora ¿por qué?, pregunto
Esto debe ser así
Por qué ha de morir aquí
Por qué es este final y punto.
Démosle vuelta al asunto
Pues no puedo abandonar
Si el temor me hizo callar
Ahora temo que silente
Deje escapar el presente
Que es cuando debo hablar.

Quiero verte al despertar
En mis días de futuro
Si amanece un día oscuro
Para ti la luz buscar.
Ayudarte a levantar
Cuando vayas de caída,
Indicarte una salida
Si te sientes atrapada
Y hacerte sentir amada
Por el resto de tu vida.

Pies sobre pies mojados

Lento se esparce el vapor,
Agua y sudor mezclados,
Dos cuerpos entrelazados
Inhalan y exhalan amor.
Se siente intenso el calor
Que de la piel se desprende;
La carne la mente enciende
Como a las brasas el fuego
Y aumenta el ritmo del juego
Que de dos solo depende.

Cede rauda la cortina
Por un súbito tirón,
Siente nostalgia el jabón
Relegado a una esquina.
Velas de luz mortecina
Dan colores atenuados,
Y en dos cuerpos empapados
Que resbalan por su peso
Se percibe húmedo el beso
De pies sobre pies mojados.

Soy yo el que te escribe

Tu duda mucho le abruma
A este poeta que en vela
Puso su amor en la estela
Del cometa de su pluma.
Que con su verso consuma
Su deseo de expresar
Aquello que quiere hablar,
Y no puede aunque ha tratado,
Le duele que hayas dudado
Sin razón para dudar.

Por un momento creíste
Que no escribió para ti,
Que lo tomaras así
Al poeta puso triste.
Más la musa que le asiste
Afrontó la situación,
Le alegró con la canción
Que compuso en el arcano,
Y le traduce a su mano
Lo que dice el corazón.

Insomnio

Soy aquel que se desvela
Pensando en el porvenir
Intentando descubrir
En tu ser su alma gemela.


Bastante ya he perdido
De esta vida en el camino
Buscando lo que el destino
De mi mantiene escondido.
Nada en lo que he vivido
Me ha hecho arrojar la espuela
Y mientras sigo la estela
De tu ser hecho cometa
Persiguiendo tu silueta
Soy aquel que se desvela.

Quiero acortar la distancia
Que de mi hay a tu persona
Más el miedo me arrincona
Y me aleja de tu estancia.
Mientras sigo la fragancia
De este sueño sin dormir
Escucho al verso latir
Ya sin miedo que lo acote
Transforma en galope el trote
Pensando en el porvenir.

Mi verso oscuro y radiante
Mi buena y mala fortuna
Que no te encontró en la Luna
Más si el doble de distante.
Mi verso como el diamante
Que brilla aún sin pulir
Mi verso que ha de salir
Y mostrarme el día de hoy
Si eres tú lo que yo estoy
Intentando descubrir.

Ya que eres tú quien inspira
Sinrazones a este loco
Debes saber que no es poco
A lo que sueña y aspira.
Tiene un alma que transpira
Y el corazón le deshiela
La esperanza que consuela
Su espíritu desgarrado
Y es el haber encontrado
En tu ser su alma gemela.

Soneto de Hadas

Se ha ido volando la poesía
Para estrellarse contra tu ventana,
Y aunque en alzar vuelo otra vez se afana
No puede, le empapa la lluvia fría.

Golpea ahora el cristal y confía
En que el silencio que la noche emana
Te permita escucharla, y mañana…
Mañana… mañana será otro día.

Y aunque es un pájaro, no una rana
Encantada mediante hechicería,
El poder de un beso tuyo le sana

El ala quebrada que le impedía
Alzar vuelo; y le hace cantar ufana
El canto que en su pecho se escondía.

Décimas sueltas (I-III)

I

Despierta y no sabe donde
Se siente usada y marchita,
Hacia el cielo reza y grita
Pero Dios no le responde.
Y este ángel mío se esconde
A un costado de la ruta
Y en la noche oscura muta
A neón la luz de estrella,
El Sol la viste doncella,
La Luna en trapos de puta.

II

Sumergidos en el lodo
De las críticas hirientes
Mis poemas impacientes
Se me mueren a tu modo.
Y lo gracioso es que todo
Empieza donde terminas.
Si un poema asesinas
Sus versos alzando el vuelo
Se van remontando el cielo
Como oscuras golondrinas.

III

Escogió la más errada
Frase para mi boca
Una mente que aunque loca
Es genial y equivocada.
Y aunque lo tomes a nada.
No me siento muy seguro,
Y aunque pueda serte duro
Sé que puedes conjugar
La palabra perdonar
En presente y en futuro.

martes, 11 de junio de 2013

En tanto espero...

La luna huye del cielo
Se hacen los ratos pequeños,
Mientras sueño tejer sueños
Con mis dedos en tu pelo.

Me duele pensarte tanto
Me duele que sea así,
Desde el día que te vi
Mi cabeza es un quebranto.
Yo mis demonios espanto
Le pongo a mi mente hielo,
Es en vano y me desvelo
Viendo las horas correr,
Queriendo volverte a ver
La luna huye del cielo.

Se me hace el tiempo corto
Si se trata de pensarte
Muy largo si he de esperarte
En verdad no lo soporto.
Prefiero pasar absorto
Y guardarme mis empeños,
Mirar tus ojos trigueños
Aquí en mi imaginación,
Pues solo en mi corazón
Se hacen los ratos pequeños.

Todo ocurre aquí en mi mente
Donde abrazar lo intangible
Perfectamente es posible
Y es realidad lo aparente.
Tu imagen es fuego ardiente
Mi cordura son los leños,
Besar tus labios risueños
Es solo una fantasía
Que da a mi alma alegría
Mientras sueño tejer sueños.

Hay tanto aún por venir,
Tanto futuro incierto
Pero aún yo no estoy muerto
Y queda mucho por vivir.
Como poder escribir
O hacer realidad mi anhelo,
Pues si persisto con celo
Puede ser que en la largada
Me sorprenda la alborada
Con mis dedos en tu pelo.

Premoniciones

Aquí está el pecho, mujer,
Que ya sé que lo herirás:
¡Más grande debiera ser,
Para que lo hirieses más!
José Martí (El Apóstol)

Yo no me doy por vencido
Tan fácil como tú crees
Y el verso que ahora lees
No es otro intento fallido.
Si la flecha de Cupido
Su ruta puede perder,
Ya veré como he de hacer
Para que acierte en el blanco;
Me aproximo, te soy franco:
Aquí está el pecho, mujer.

Y dentro está el corazón
Que se muere por tenerte,
Y que vive antes su muerte
Muriendo de desazón.
Pues escapa a su razón
Que huyas así, sin más.
−Corazón: ¿adónde vas?
−A dar término a este juego;
Es mi apuesta y te lo entrego
Que ya sé que lo herirás.

Pero a todo estoy dispuesto
Por lograr que seas mía,
Ya se va acercando el día
En que tomes tú mi puesto.
Si en tu pecho queda un resto
De leña para encender,
Tu frialdad ha de ceder
Al fuego que me consume
Que aunque de intenso presume
¡Más grande debiera ser!

Sé que no es la vez primera
Que al amor has renunciado,
Por temor que tu pasado
Al presente se volviera.
En una tarde cualquiera
O una noche, ya verás
Que heridas hay detrás
De este amor, que de poder
Cuerpo quisiera tener
¡Para que lo hirieses más!

lunes, 10 de junio de 2013

Volverte a ver

La tarde más se oscurece;
Y el camino que serpea
Y débilmente blanquea,
Se enturbia y desaparece.
Antonio Machado 


Fue nuestro encuentro casual
Y aunque lo pude soñar
Te he de volver a encontrar
Si eres tangible y real.
Tengo una imagen parcial
Que a ratos reaparece
Mi entorno se desvanece
Y en esa imagen me pierdo
Así como tu recuerdo
La tarde más se oscurece.

Ahora mi verso alisto
Para que a mis pies te rinda,
Eres la cosa más linda
Que mis ojos hayan visto.
No puedo... ya no resisto
La emoción que me golpea
Deja al menos que te vea
En cualquier otra ocasión;
Va recto mi corazón
Y el camino que serpea. 

Si recuerdo tu sonrisa
Siento que pierdo el juicio,
Pensarte ahora es mi vicio,
Soy adicto y tengo prisa
En convertirme en la brisa
Que en tu cabello se ondea.
Lo que quieras que yo sea
Haré el intento de ser;
Ya asoma el amanecer
Y débilmente blanquea.

Sin segundas ni terceras
Intenciones, digo aquí
Que te doy todo de mí
Da de ti lo que tú quieras.
En el lugar que prefieras
Decirte más me apetece
De este sentir que crece,
Y renovar en tu mirada
La memoria que gastada
Se enturbia y desaparece.

Insensible

En el corazón tenía 
La espina de una pasión; 
Logré arrancármela un día: 
Ya no siento el corazón.
Antonio Machado 

Cuando oscuro todo veas
Y no haya nadie alrededor
Imagínate el color
De aquello que más deseas.
Si siguen las cosas feas
Y no notas mejoría
Sigue, avanza y confía;
Que esta voz que ahora escuchas
Heridas de viejas luchas
En el corazón tenía.

Y aunque todas fui curando
Me quedó la piel sensible
Y una herida que invisible
Me seguía desangrando.
Buscaba, siempre palpando
Mi sangrante corazón
Y un día hallé la razón
Bajo la piel enterrada,
Con fuerza estaba clavada
La espina de una pasión. 

Traté en el primer intento
Con pinza y un escalpelo
Fallé y maldiciendo al cielo
Dejé escapar el aliento.
No cedí ningún momento
A caer en la apatía
Vi premiada mi porfía
Y con esfuerzos insanos
De un tirón con las manos
Logré arrancármela un día.

Ese fue el mayor error
Que pude haber cometido,
No había solo perdido
Mi lacerante dolor.
Perdí también el amor,
El poema, la canción;
Se fue también la emoción,
Se fue la flor y la hiedra:
Me quedó el alma hecha piedra
Ya no siento el corazón.

 

Amor es...

Amor es el todo: es
El cuerpo eterno de un Dios
Que quiso partirse en dos 
Para juntarse después.
Jesús Orta Ruiz “El Indio Naborí” 

Tal vez sea el destino
Travieso y juguetón
Quien pone mi corazón
A rodar en tu camino.
Persiguiendo el rastro fino
Que van dejando tus pies
Pregunta por qué no ves
Si todo tocas y miras,
Que es amor lo que respiras
Amor es el todo: Es.

Es el amor la ambrosía
Sin fin, que no se agota,
Es flor cuyo néctar brota
Y se hace miel de fantasía.
Es fe ciega que confía
En mí, en ellos, en vos;
Es ver uno donde hay dos,
Es de recuerdos fundidos
Esculpir con los latidos
El cuerpo eterno de un Dios.


Es la daga que nos hiere
Y la venda que restaña,
Es la cosa más extraña
Que el ser humano prefiere.
Si un deseo nos confiere:
Es vivir, morir en pos
De hacer realidad los
Anhelos más insensatos,
Es el Cronos de los ratos
Que quiso partirse en dos.

Es el tiempo que se escurre,
Es el hielo y es la llama,
Es el suelo, es la cama,
Es el todo cuanto ocurre.
Si su estancia nos aburre
El dos lo convierte en tres,
O vuelve todo al revés
O a sus problemas da cara;
Y en pedazos se separa
Para juntarse después.